BLOQUE ZONA LIVRE em Construção

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sexta-feira, 15 de maio de 2009

17º Parte - Reflexiones Sobre Las Revoluciones Interrumpidas

, por Florestan Fernandes

El segundo aspecto es más importante. Se podría preguntar: dadas las nuevas condiciones del desarrollo capitalista y la transformación de los estamentos señoriales en clases burguesas, ¿la historia no habría, fi nalmente, cambiado de eje? ¿No les interesaría, más tarde, particularmente a las clases burguesas, corresponder al interés global de las otras clases de llevar la revolución nacional hasta el fi n y hasta el fondo (y, con ella, soltar a las otras revoluciones concomitantes)? Sólo en Cuba esa posibilidad histórica se delineó concretamente y sólo por esa experiencia se puede inferir también de forma concreta. Mientras les fue posible, las clases burguesas aprovecharon las oportunidades históricas, culturales y políticas del capitalismo neocolonial y se quedaron con la parte más sucia en la producción del botín y del manejo de la “República mediada”. Bajo el régimen de Batista las cosas llegaron demasiado lejos y varios sectores de la burguesía se desplazaron de sus posiciones. La oportunidad alternativa de una articulación más profunda con las fuerzas revolucionarias de la Nación surgió concretamente. Parecía que, bajo el gobierno revolucionario, salido de la victoria de los guerrilleros, se consumaría ese tipo de avance. Sin embargo, el mismo no se dio. Muchos refl exionan sobre el asunto desde una perspectiva unilateral: los propios guerrilleros y la rapidez de la radicalización popular impidieron esa evolución. Ahora bien, es necesario plantear este argumento en su contexto histórico. A través de los estratos de las clases medias y altas, que encontraron la respuesta en el movimiento revolucionario, la burguesía tuvo la oportunidad pero no la aprovechó. ¿Por qué? Evidentemente, porque no es una clase revolucionaria en las condiciones históricas de América Latina, porque defi ende sus intereses de clase en términos de su vinculación con el capitalismo neocolonial y con el capitalismo dependiente, no siendo siquiera capaz de situarse en una posición de clase que permitie ra conciliar aquellos intereses con la autonomía de la Nación, la existencia de una democracia burguesa real y la extirpación de formas subcapitalistas de explotación humana.

No fue la “mala fe” o el “sabotaje” de los guerrilleros lo que bloqueó a la burguesía cubana. Ésta no podía avanzar en la dirección necesaria porque estaba magnetizada por intereses capitalistas inmovilizantes que exigían la continuidad del statu quo ante (esdecir, colisionaban de manera frontal con la revolución). Por su parte, la presión popular de fuerzas proletarias urbanas y agrarias no debe ser tomada como una “maniobra contra la burguesía”. La efervescencia de esas fuerzas marcaba el nivel de la historia, hasta donde la burguesía tendría que avanzar para realizar un trayecto revolucionario completo. La solución por la fuerza bruta, a su favor, estaba excluida. El gobierno revolucionario, fi el a sus compromisos con la descolonización, con la implementación de la democracia y con la independencia de la Nación, le garantizaba efi cacia política a la presión popular. Por lo tanto, la cuestión global no es la de una supuesta “debilidad de la burguesía”, sino que es, concretamente, de los marcos y del signifi cado de la revolución en América Latina en esta época histórica. La bandera revolucionaria no podría quedar en manos de una burguesía que se plantaba obstinadamente en el mismo circuito histórico de la reacción metropolitana de los Estados Unidos. Aquélla se había desplazado hacia “los de abajo”, se encontraba en manos de las mismas masas populares que exigían que el gobierno revolucionario se lanzara inmediatamente a la reforma agraria y a la concreción rápida de los demás fi nes de la Revolución. Punto fi nal. La página de la historia se dio vuelta completamente, sin la colaboración fructífera de la burguesía como tal. Ésta se había agotado porque la forma de desarrollo capitalista a la cual había atado su destino y su capacidad de acción política no respondía (como nunca respondió) a las exigencias de la situación. Desde que el grueso de la población (es decir, las clases desposeídas y oprimidas) subió a la superfi cie y pudo exteriorizar para qué venía, la burguesía estaba fuera del juego, y con ella el poder imperial del cual había sido títere.

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