, por Florestan Fernandes
Desde esa perspectiva, la cuestión de los límites de la transformación capitalista se vuelve esencial. Al contrario de lo que muchos piensan, las clases burguesas avanzan en dos direcciones simultáneas, no se han detenido: aceleraron el desarrollo capitalista de modo unilateral, tratando de “quemar etapas” como puedan y sin arriesgarse; buscaron una articulación más fl exible y efi caz entre el “capital interno”, el “capital externo” y la actuación del Estado. El primer punto merece seria atención. No es probable que los riesgos potenciales crecientes de la modernización tecnológica, de la industrialización masiva y de la excesiva concentración de los “polos dinámicos” no hayan sido tenidos en cuenta. Los avances en esa dirección sólo quieren decir una cosa: las clases burguesas están preparadas para enfrentar, de manera escalonada, tales riesgos, y están trabajando con ellos de la misma forma “articulada” y según los “dictámenes de la cooperación internacional”: la modernización institucional fue desplazada hacia esa área y ya se puede percibir cuáles son las tendencias de su crecimiento, ya sea en los sindicatos, en las universidades y escuelas superiores, en los programas de “mejora de la calidad de vida” y de “planifi cación comunitaria”, o en la actuación de los partidos del centro y de los sectores conservadores de la Iglesia católica. Dos fenómenos concomitantes pueden favorecer inmediatamente esas tendencias: la formación de una pequeña burguesía laboriosa en la cresta del trabajo industrial califi cado y los efectos directos o indirectos de la tecnología de capital intensivo. El segundo punto ha sido observado de manera muy superfi cial en las esferas del pensamiento crítico, teórico o activista. Muchos dan por sentado que el confl icto sectorial de intereses o el antagonismo básico entre el “capital nacional” y el “capital extranjero” impiden una acción coordinada de las clases burguesas. Y es generalizada la propensión a tomar en serio las reclamaciones de algunos estratos de la burguesía con respecto al “gigantismo” económico estatal. Es necesario poner las cosas “en su lugar”, en términos de la situación total. Desde ese ángulo, se percibe que existen dos movimientos simultáneos y convergentes del capital: uno que proviene de las multinacionales y de las naciones capitalistas hegemónicas y se dirige hacia los países huéspedes clave, otro que sale de estos países y va en sentido opuesto. Éste constituye un movimiento histórico, y si no crece y se consolida, el capitalismo se desintegrará con mayor rapidez.Por lo tanto, la articulación y la cooperación ordenada de acuerdo con planes no son esporádicas, sino que forman parte de la naturaleza íntima del capital monopolista en la fase actual. En consecuencia, el Estado y la Nación no pierden su particularidad y su efi cacia para las clases burguesas. Pero ambos son colocados dentro de la estrategia global de la lucha contra el socialismo y de la necesidad de crecimiento continuo. ¿Qué representa esto para la periferia, particularmente para las naciones capitalistas neocoloniales y dependientes de América Latina? Probablemente que la seguridad en bruto deberá, a mediano plazo, ser reemplazada por seguridad consensuada, obtenida, si fuera preciso, sobre la base de la cooptación generalizada de ciertos segmentos de las clases medias y del proletariado. Las funciones legitimadoras del Estado capitalista deberán crecer, pero ese proceso nuevamente se volverá contra los intereses de esas naciones y de sus mayorías pobres. Habrá abundancia de televisores para suavizar los sacrificios y se recurrirá ampliam visible en la “calidad de vida”. Sin embargo, a juzgar por los Estados Unidos, nos aguarda un período terrible y angustiante (si no se intenta —o si se intenta sin éxito— revertir las tendencias históricas del capitalismo monopolista imperializado de las naciones capitalistas estratégicas de la periferia).
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