, por Florestan Fernandes
El tema de las revoluciones “paralizadas” o “frustradas” ha vuelto a estar a la orden del día. Historiadores y sociólogos retoman el hilo de una refl exión cuyas raíces se encuentran en el siglo pasado, aunque las explicaciones sean otras y a veces combinen la inquietud política, la insatisfacción social y el refi namiento teórico—como sucede con los aportes de Orlando Fals Borda, 2 quien a lo largo de su carrera ha venido enfocando el tema de varias maneras, en términos de la evolución histórica de Colombia o de la situación global de América Latina.
La historiografía marxista también se vincula a este debate teórico. Al parecer, el emprendimiento más ambicioso lo llevó a cabo Adolfo Gilly,3 que recurre a la teoría de la revolución
-----------------------------------------------------------------------------1 Publicado originalmente como “Reflexões as revoluções interrompidas”, en Florestan Fernandes, Poder e contrapoder na América Latina, Rio de Janeiro, Zahar, 1980, pp. 77-114.
Texto extraído, para la presente edición, de Florestan Fernandes, Poder e contrapoder na América Latina, Rio de Janeiro, Zahar, 1981, pp. 71-114.
2 Orlando Fals Borda, La subversión en Colombia: visión del cambio social en la historia, Bogotá, Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia y Tercer Mundo, 1967, y Las revoluciones inconclusas en América Latina: 1809-1968, México, Siglo XXI Editores, 1968.
3 Adolfo Gilly, La revolución interrumpida. México, 1910-1920: una guerra campesina por la tierra y el poder, México, Ediciones El Caballito, 1971
......................................................................................................................................................permanente para describir y explicar la “interrupción” del procesorevolucionario en México. Junto con Cuba, México tuvola oportunidad histórica de una situación revolucionaria de dos vertientes: una “burguesa” y otra “proletaria”. Contrario de loque sucedió en Cuba, en México la revolución se interrumpió enun nivel burgués. El mérito de la interpretación de Gilly es que él no apela al concepto de institucionalización de la revolución: el fl ujo se vio interrumpido pero podrá renacer y crecer de otraforma histórica. La contraprueba de la precisión de su diagnóstico es provista por Cuba, en donde la situación revolucionaria global desató fuerzas sociales y políticas que profundizaron la disgregación del orden existente y alejaron la reconstrucción de la economía, de la sociedad y del Estado.
En esta breve incursión no pretendo realizar un balance bibliográfico ni tampoco marcar lo que en varios países de América Latina se logró descubrir mediante la “investigación científi ca comprometida”. Es sorprendente cuánto se ha avanzado, desde fi nes de la década de los cuarenta, en una obra consistente en la revisión de la explicación de la historia, que no se ha “unifi cado” a la luz de una teoría pero que ha llevado a resultados francamente convergentes y reforzado considerablemente una línea de trabajo intelectual cuyos grandes pioneros han sido José Carlos Mariátegui, Caio Prado Júnior y Sergio Bagú. Mi objetivo es más limitado,y consiste en indagar hasta dónde podría llegar la transformación capitalista en países que no han roto por completo con las formas coloniales de explotación del trabajo y en los que las clases dominantes se han vuelto burguesas a través y detrás del desarrollo del capitalismo. En la lucha interna por la sumisión de las clases subalternas —que no eran propiamente clases, sino estamentos y castas—, éstas pugnaban por convertir formas coloniales de propiedad en modos capitalistas de propiedad y de apropiación social. Su éxito engendró una transformación capitalista peculiar, que no puede ser esclarecida en función de la disgregación del mundo feudal en Europa. La historia no se “repitió” porque no había razón para que eso pasara. Se trataba de otra historia: la del capitalismo en los países de origen colonial.
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